20 febrero 2017

Y otro cambio más

Sí, es cierto, otro cambio más en lo que va de curso. 

Si ya el curso 2016-17 empezaba como una nueva etapa, siguen habiendo cambios profesionales en mi vida. Lo que empezó siendo un curso en el que echaba de menos a mis últimos alumnos y dejaba atrás mi etapa de cuatro años en el mismo centro para incorporarme a mi destino definitivo, cuando ya empezaba a querer a mis nuevos alumnos, la vida vuelve a dar una vuelta más, y da paso a una nueva oportunidad profesional. Abandono, temporalmente, mi etapa como docente para pasar a ser informática pura y dura, a ejercer aquello para lo que me preparé profesionalmente en la UPV. Dejo atrás a tantas horas dedicadas con cariño y esfuerzo a actualizar apuntes, ejercicios, corregir prácticas, preparar exámenes, asistir a jornadas maratonianas de evaluaciones y demás implicaciones propias de mi profesión como docente, robando para ello horas a mi familia y doy la bienvenida a las jornadas de oficina y al no tener trabajo en casa. El nuevo cambio implica, entre otras cosas, el dejar de mantener mi aula virtual, por supuesto, tras haber realizado una buena copia de seguridad de mis preciados datos.

Soy docente vocacional, al menos siempre me he considerado así. Creo que lo he demostrado en mis muchos años como profesora, donde siempre he intentando innovar o hacer atractivas mis clases. ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría siendo profesora de Informática y que además me gustaría? Mal del todo no lo he debido de hacer. A la vista están los comentarios de mis muchos exalumnos cuando, por casualidades de la vida, nos hemos vuelto a encontrar tiempo después. Me siento afortunada por haber sido de los pocos docentes que, en la época en la que nos encontramos, ejerciendo en secundaria en institutos públicos y por iniciativa propia de sus alumnos, han recibido un regalo por Santa Gana, sin ser tutora, simplemente porque sí. Sé que en momentos de debilidad echaré de menos tantas cosas buenas de mi profesión, pero el cambio llega en un buen momento, en el que tenía, o más bien necesitaba, cambiar de rumbo. 

Dice mi familia que me ha cambiado la cara e incluso el humor, porque a pesar de lo mucho que siempre me gustó mi profesión, el curso se me estaba haciendo muy cuesta arriba y no precisamente por los alumnos. Mi familia fue un punto muy importante en la balanza para decidirme a cambiar. En realidad, ¿para qué quiero engañarme? Fue el punto decisivo.

Ahora y como siempre he dicho, a por todas.


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